domingo, 29 de agosto de 2010

Trazos



Se sienta. Frente a la pizarra naranja. El lugar al que regresa cada día, allí donde los trazos le cuentan su vida. Se sienta y garabatea. Escribe frases inconclusas, tejiendo la maraña de heridas que quisiera olvidar. La sombra del hierro le marca las horas. Nada lo perturba. A veces hace sólo rayas, otras mira los campos a sus pies y lo hipnotiza el mar de yerbas tostándose al sol del verano. A un lado, en un muro alto, los cardos señalan el cielo, dorados, secos, gráciles.



Cuando atardece, pasea bajo el pórtico de la plaza. Observa las lámparas y, el balanceo tenue que la brisa les provoca, le recuerda sus días de marinero, atisbando fanales como luciérnagas entre las olas. Camina arriba y abajo. Entre la escritura matutina y los paseos en la tarde, se le deshacen los días.



Nada quiere. Nada ansía.
Soñar que escribe.
Escribir que sueña.
Soñar que sueña con lo que no es ni será.
Quizá algo primigenio.
Un liquen en las piedras.
Sólo eso.

Y el azul, siempre azul.


Fotos, Virgi
Extremadura, 8/10

domingo, 22 de agosto de 2010

Encuentro

Antes de verla, ya sabía que tendríamos un encuentro natural y lleno de confidencias. Su escritura certera y sensible me había cautivado desde la primera vez que la leí.

Nos citamos en una terraza, frente a la playa y los barcos (¿cómo de otra manera en estas islas?), y estuvimos un par de horas hablando como si hubieran pasado unas semanas sin vernos.

Otro día, Taganana nos dió luz, piedras, mar, queso. Las olas brincaban suaves sobre la arena, alguna la saludó desde lejos. Una pequeñísima cascada parecía esperar por ella desde las últimas lluvias.

Conocemos personas con las que hablar, cada vez cuesta como si fuera la primera. Otras, con las que no puedes traspasar ciertas líneas. Otras, con las que percibes una delgada muralla imposible de romper.

Sin embargo, hay encuentros que son más bien, reencuentros. Algo así me sucedió con Reyes. Sensaciones, anécdotas, experiencias, historias, pensamientos. Un rosario de cuentas engarzadas con ternura, intensidad y humor.

Se agachaba el día cuando la llevamos de vuelta. No pudimos encontrarnos más, pero un trocito de su corazón se incrustó en el mío. Sé que nos volveremos a ver.

Mientras, ella seguirá escribiendo. Espero leer sus análisis agudos y reales, de comentarista lúcida. De cuentos para niños o de poemas sangrantes. Las palabras le dan sombra y resplandor. Su momento la aguarda.





viernes, 13 de agosto de 2010

Dublín II

Tanto tiempo aguardando bajo la lluvia
y al final apareció el arco iris.
Por donde pasaba, latía un rastro de colores.



Lo seguí.
Fui flor y puerta.
Piedra.
Ladrillo, oro, árbol.





Se mecía entre el agua y la luz, criatura imposible.
Con su fragancia en mi piel,
andaba por la ciudad,
sorteando puentes, carteles, relojes, muros.



Eran luminosas las horas
y por doquier había música y ladrillos.



Escapó el autobús, perdí el tren, olvidé el avión.
Entre libros, soñé que volaba.




Fotos, Virgi
Biblioteca Trinity College, de la red